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Indiscutiblemente había cambiado bastante, ahora empacaba sobre una maleta azul marino sus sueños, vestidos y regocijos. Quería dejar en la caja de cartón la tristeza y el dolor pero bien sabía que debía meterlos al igual que las credenciales que marcaban su identidad.
Llevó todo sin olvidarse de nada y sin más tomó un sombrero de sol y caminó por la interminable calle haciendo que el ruido de las llantas de la maleta se hicieran sonar por todos lados.
Se paró en un café donde había un teléfono público colgado rojo.
Y sin más se quedo quieta esperando a que el tren llegara a la subestación para comenzar un nuevo viaje. Llevaba una hora de retraso para el amor pero iba bien preparada para irse antes de que volviera para detenerle.
Abrió un poco la maleta mirando cómo el amor trataba de salir de la caja y con una cínica sonrisa comentó:
-Quédate quieto, ya habrá alguien más adelante. Si nos quedamos solo le causaremos más problemas. ¿Le amas?-
Y entonces vió que amor asentía mientras tristeza le hacia compañía.
-Oh no empiecen ustedes dos, que después dolor se les une en éste alboroto- cerró la maleta observando entonces hacia el frente.
Comenzaron a llover enormes gotas de palabras y ella entonces sólo sonrió. Estaba él con su maleta roja enfrente.
Charlaron poco tiempo, no es que fuese el final, solo concordaban algunos hechos que siendo arreglados por ambas partes hubo una tranquilidad importante.
-Bien, eso es todo, es hora de que me despida. Espero volver a verte pronto- besó la mejilla del hombre de la maleta roja con bastante dulzura.
Esta vez la maleta azul marino pesaba más, fortaleza venía en ella.
Dió un suave suspiro antes de ver las puertas del vagón abrirse. No había vuelta atrás.
No si ambos merecían ser felices.
Y las puertas del vagón se cerraron, definitivamente ya no habría marcha atrás.
atte: Ing
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