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  • Viejos Retazos (Cap3)

    Publicado el 4 04-06:00 agosto 04-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    3.- Revelaciones

    Watanabe se había alejado lo suficiente del campo de batalla, en dirección noreste, perdiendo de vista los lagos Kawaguchi y Sai. El caballo corría a toda velocidad pero pronto sus fuerzas menguaron; el animal necesitaba agua y comida. El lagarto de ojos amarillos se dió cuenta de esto y tuvo que tirar de las riendas.

    Mientras el animal tomaba su descanso en un riachuelo cercano, Yori había tomado el cuerpo de Oonishi y dejado descansar en el suelo. Aún tenía una sonrisa, se veía en paz. No pudo evitar que aquellas escenas volvieran a su mente, podía ver a la perfección a Udo arrodillarse frente a Zeyu, dando a entender que la situación era igual de dolorosa para él, para los lagartos. Oonishi siempre había tenido un sentido del honor muy grande, haciendo que recibiera bromas por parte de sus compañeros, diciéndole que estaba en el clan equivocado. Quizás era cierto. Si hubiese sido lobo ahora no estaría muerto, quizás lo hubiese matado en el campo de batalla.

    Sus ojos volvieron a nublarse, Watanabe se acercó al rostro de su compañero caído y apoyó su frente en la de él. Era un llanto amargo, lleno de dolor. Le habían quitado algo de él, nuevamente; el sentimiento y las sensaciones eran parecidas a cuando Aiko había fallecido. A pesar que no había conexión alguna de sangre entre ellos dos, habían sido como hermanos, hacían muchas cosas juntos, entrenaban, reían y se decían las cosas. También hubieron momentos de rabia, frustración y tristeza, pero podían aguantan la adversidad juntos. Ahora eso había desaparecido.

    «Tú me protejes, yo te protejo. Lo lamento mucho Oonishi, no pude protegerte esta vez» Acarició su rostro con la mano derecha y luego abrió los ojos repentinamente, recordando lo que le había encargado unos días antes.

    Aquel encuentro había ocurrido antes del campamento en Fuji, cuando recién se preparaban para afinar los últimos detalles. Oonishi se encontraba solo con Watanabe, caminaban por los jardines de la casa Kyochiboku. Toda la gente se movía de aquí para allá, los alumnos estaban nerviosos, los caballos eran preparados, pero ellos dos parecían como si vivieran en un Japón en paz. Udo llevaba su sonrisa de siempre, miraba el cielo y éste se reflejaba en sus ojos negros. Watanabe rió entre dientes y ladeó la cabeza, algo sorprendido.

    «¿Qué te hace tan feliz, Udo?» Ambos tenían el mismo gesto para caminar, llevaban las manos tras la espalda.

    «Por fin ha llegado el día» Dijo sin despegar la vista del inmenso cielo azul «Se puede sentir en el aire» Cerró los ojos y aspiró suavemente; aquella brisa acarició su rostro gentilmente.

    «Es cierto, por fin ha llegado la hora de batallar contra aquel clan» Oonishi escuchó a Watanabe y negó con la cabeza. No se refería a eso en lo absoluto.

    El lagarto de ojos amarillos se quedó en silencio y se rascó la cabeza, algo confundido. Oonishi rió con fuerza «Mi amigo, siempre tan entusiasta cuando se trata de batallas» Hizo una pausa, se refregó los labios y el mentón, deteniendo la marcha y colocándose frente a él. Eso no era una buena señal, según Hideo.

    «Necesito que me hagas un gran favor, pero primero necesito que tomes asiento» La intriga crecía más y más en él, y como siempre, no se reflejaba en su rostro, pero si apretó el labio.

    garden

    Pasearon por uno de los puentes en el jardín y se dirigieron hasta algún lugar donde nadie los interrumpiría. Una vez que se sentaron cerca de una fuente llena de peces, Oonishi dejó un gran silencio, mientras que Watanabe se alzaba de hombros y luego lo miraba al rostro.

    «Bien, dime» Exigió, su ceño estaba más fruncido que antes.

    «He guardado un secreto durante años, y bueno, tú sabes que vacilo bastante cuando se trata de decir verdades, no encontré nunca el momento para decírselo a alguien» Metió la mano por entre su ropa, buscando un objeto pequeño. Watanabe arqueó una ceja, pensando en qué podría haber ocultado, sin quebrar su voluntad. Era una situación muy extraña.

    Finalmente el hombre de canas le extendió una moneda de oro. No era cualquier moneda, era un diseño antiguo y tenía un emblema. Al parecer era un mono de las nieves. Watanabe lo observó y alzó ambas cejas, preguntando qué era el objeto.

    «Esto es para Keisuke» Acotó, en sus manos llevaba una nota pequeña, muy antigua, escrita a tinta «Su padre me lo entregó antes de morir»

    «¿Conociste a Ito Chuugo?» Su sorpresa era aún más marcada en su rostro.

    «Sí, lo conocí cuando era joven, jamás me hubiese imaginado que conocería al hijo también. Lo importante, Hideo, es que Ito Chuugo no es su padre real, esta moneda, este emblema perteneció a un ancestro de la verdadera familia de Keisuke. Esta nota fue escrita por uno de los samurai de antaño, cuando aún no existían los clanes. La línea de la familia de Kei-kun es de guerreros que conocemos sólo gracias a la historia. Ito-san quiso que yo le dijiese esto sólo en caso que su guardián muriera»

    Yori se rió, aunque estaba bastante preocupado por sus palabras.

    «¿Acaso tú eres su guardián?» Preguntó en tono de broma, pero la seriedad con que Oonishi lo había visto, había sido suficiente para tomarlo con el real peso que merecía.

    «Watanabe, estoy hablando muy en serio. Si yo muero en el campo de batalla-»

    «¡No vas a morir!» Interrumpió ahora bastante fastidiado. Oonishi soltó un suspiro y colocó su mano en su hombro, pidiendo con la mirada que lo dejase hablar.

    «Si yo muero en Fuji, no quiero pasarte la responsabilidad de mantener el secreto, si no que quiero que le digas. Keisuke merece saber la verdad. Su padre lo está esperando»

    «¿Está vivo?» Fue su única pregunta. Oonishi solamente asintió.

    Watanabe recogió la moneda entre las ropas del cuerpo de su compañero caído, al igual que la nota. No sabía como se lo iba a decir, o cómo iba a explicarle la historia. Lo único que tenía en mente es que Ito tenía que recibir el objeto y saber sus orígenes, al igual que buscar a su verdadero padre. En esos momentos, Watanabe sintió una gran presión en el pecho. Ito Keisuke iba a ser el más afectado con la noticia. Oonishi era como un padre para él desde que Ito Chuugo había fallecido años atrás. Cuando hablaban más intimamente, le llegaba a decir ‘Otosan’. Ito siempre se justificaba diciendo que se confundía, pero eran sus verdaderos sentimientos. A su vez, Oonishi siempre lo trató de manera más paternal que a los demás.

    «Va a ser difícil» Se dijo para sí, refregándose la cara.

    No podía cargar más con el cuerpo de su compañero. En su semblante podía ver que pedía descansar. Además, su caballo no podría con el peso, si es que quería volver a Sai. Observó los árboles, y luego, miró hacia las montañas, que estaban encima de ellos. Ese era un lugar tranquilo y hermoso. Luego recordó su familia, y sus compañeros. Ellos merecían decirle adiós y cremarlo. Watanabe estaba en un verdadero dilema. Afortunadamente, había sido curado por un extranjero con anterioridad, así que no estaba en peligro -al menos- de unirse a su compañero, aunque lo quisiese.

    «Udo, por favor, ayúdame»

    Gracias al cansancio, Watanabe se quedó dormido junto al cadáver, en la misma posición. Pasaron un par de horas, el cielo estaba oscuro por las nubes, anunciando la lluvia. Un estruendo despertó al de ojos amarillos. Estaban en movimiento. Era una carreta que llevaba paja y algunas provisiones. Un campesino junto a un niño estaban al frente, mientras que otro joven estaba cuidando los cuerpos. Watanabe tomó asiento, sintiendo un dolor punzante en su cabeza, a lo que el joven respondió con un grito.

    «¡Papá, está vivo!» Gritó, a lo que el campesino volteó y detuvo la marcha.

    Luego de muchas disculpas -y de haberse salvado de una cremación y que le quitaran las armas- el campesino lo dejó en el lago Sai. Le regaló paja para que hicieran un funeral apropiado. El cuerpo fue depositado en la cercanía de las tiendas, junto con el regalo de aquella familia. Watanabe caminó lento, tratando de demorar el suceso. Sabía, sin embargo, que sus compañeros ya se habrían enterado de la noticia, puesto que Nakamura lo había visto todo. Se escuchaban algunas discusiones y de una de las tiendas, salió primero Ito, luego Yamada, seguido por Miyake y Sato. Más atrás se encontraban Nakamura y Kobayashi.

    Keisuke, con toda la rabia que podía demostrar, se aventó contra Watanabe, sin lograr botarlo, pero si moverlo con ambos brazos. El joven de cabellos largos le gritaba y lo culpaba por los hechos.

    «¿¡Por qué no le ayudaste!?» Sus ojos estaban rojos y a punto de estallar en llanto «¡Él lo hizo por ti! ¿¡Por qué no detuviste a esa perra!? ¡Eres un desgraciado!»

    Watanabe sólo cerró los ojos, merecía eso y mucho más. Él había dado la orden principal, además que dejó que Yura le hiciese esa herida mortal. Era su culpa. Ito siguió gritando, y golpeaba con sus puños cerrados el pecho del más alto. De improviso, le dió un puñetazo en la cara y finalmente cayó rendido por el dolor en el piso, arrodillado, gritando por la pérdida. Yamada fue a socorrer a Watanabe primero, pero él nego.

    «Ayuda a Ito, él te necesita más»

    Tanto Miyake como Sato trataron de hablarle, pero Watanabe sólo los dejó atrás, y entró en la tienda bastante molesto, y con un terrible pesar. Nakamura fue el primero en aproximarse, quedando de pie a una distancia prudente de su compañero.

    «Watanabe, sé que debí esperar pero-»

    «¿¡De verdad piensas eso!?» Contestó enojado, con un tono sarcástico. Sus manos temblaban y se llevó una al rostro «Lo lamento, no puedo, no puedo…»

    Kobayashi entró, mirando primero hacia afuera, donde los demás se encontraban y luego volvió la vista a los dos que se encontraban allí.

    «Todos estamos preparados para morir» Alzó los hombros como si nada «Oonishi también lo estaba. No sé porque se sorprenden. Lo único lamentable es que murió a manos de una mujer» Prendió un cigarro, riéndose entre dientes y le dió una calada a éste. Watanabe sólo escuchaba.

    «Una mujer cobarde» Agregó Nakamura escupiendo en el piso «Pensé que los lobos eran los que se mantenían apegados al código Bushido»

    Watanabe alzó la vista, su atención había sido capturada por aquel comentario.

    «Es cierto. Ella no se saldrá con la suya, su clan no apoya ese tipo de actos» Dijo Watanabe con algo más de alivio «… aunque tampoco planeaba quedarme con los brazos cruzados. Todo esto fue mi culpa, tengo que arreglarlo de algún modo» Se puso de pie y los miró, pidiendo permiso para salir.

    «Necesito hablar con Ito a solas, ustedes quédense aquí y retengan al resto»

    Keisuke aún se encontraba en el suelo llorando, golpeaba el piso sintiéndose impotente por no haber estado en ese preciso momento para ayudar a Oonishi y dar la vida por él. Watanabe se quedó de pie por unos instantes y luego se agachó para ver a Ito.

    «Voy a matarte si te quedas aquí…» Amenazó sin mirarlo al rostro.

    «Lo merezco, pero por favor, Keisuke, necesito hablarte de algo importante, algo que Oonishi quería que supieras»

    Inmediatamente alzó la vista, se quitó el cabello del rostro y se sentó. Tomó aire para aguantar las ganas de descuartizar al de ojos amarillos.

    Reveló todos los detalles que Udo le había dicho, contó la historia fielmente para que al más joven no le quedaran dudas. En un principio Keisuke no le creía, se mostraba escéptico, pero pronto sus dudas se disiparon al ver el amuleto que Watanabe traía consigo. Recordaba aquel símbolo cuando era muy pequeño, en la espada de un guerrero y en la bandera. Lo tomó con cariño, al igual que la nota.

    «Tu padre te está esperando. Cuando estés listo, él te recibirá»

    El silencio los invadió por unos instantes, pero pronto Ito abrazó con fuerzas a su compañero, dándole las gracias por darle aquella información y, de algún modo, pidiéndole disculpas por haberle dado la espalda por la rabia y frustración.

    «Voy a extrañar a Oonishi-san» Keisuke se aferró al mayor de una manera sorpresiva para el más alto, y aunque no era dado a los abrazos ni a las grandes muestras de afecto, Watanabe le respondió.

    «Yo también lo extrañaré» Una lágrima se escabulló por su rostro al decir esas palabras que provenían de lo más profundo de él.

    En la tienda, todos estaban atentos a sus caras. Se miraban con desconcierto, con extrañeza. ¿Qué serían de ellos? Ya no podían llamarse los Ocho Letales, ya que un miembro importante había fallecido. ¿Seguirían juntos? De cierta forma, nunca se esperaron la muerte de alguien, puesto que eran muy unidos.

    «Mierda, perdí dos dedos en el pie» Comentó Kobayashi mirando su pie sangrar. Aquella intervención alivianó el ambiente.

    «Hay doctores en las otras tiendas, anda allá» Le dijo Sato «¿Necesitas ayuda?»

    «No, voy solo» Kobayashi salió para atenderse esa herida, y los demás quedaron en silencio. Miyake ya se había descargado de su rabia, pero aún le quedaba, se podía notar en su expresión. En ese momento, Yamada decidió hacer algo de té para los demás. Así también se distraía.

    La intervención en el pie de Montaro no fue tan larga, y al menos no perdería la mobilidad ni el equilibrio, ya que no había sido su pulgar. Antes de volver a la tienda, encendió otro cigarro y se quedó fuera de esta por unos momentos.

    «No pensé que Oonishi iba a ser el primero» Yamada estaba tratando de no quebrarse, pero se llevó ambas manos al rostro y explotó en llanto. No era solamente la pérdida, si no que no se hubiese esperado que la señorita Yura, la misma que había conocido en Kobe, pudiera ser capaz de hacer algo así. Sentía tristeza y una gran decepción. Sato se sentó a su lado y lo consoló de alguna manera.

    «Oonishi fue valiente de todos modos. Nadie hubiese sido capaz de pedir disculpas, siempre fue una persona honorable y con sus principios muy definidos. Si bien no pudo defenderse, murió con el honor limpio y con la consciencia tranquila»

    Yamada se apaciguó «¿Por qué la gente buena muere? Kobayashi no es así, él debió haber muerto»

    Montaro sonrió, aún estando afuera de la tienda, y apretó el cigarrillo con sus dientes. No se sorprendía de aquel comentario, no era un tipo limpio, pero tampoco se lo esperaba de sus compañeros. Menos del menor.

    «¡No digas eso Yamada!» Corrigió inmediatamente Sato «Él es nuestro compañero y debemos protegerlo al igual que Oonishi o cualquiera de los demás»

    El hombre de los cigarros entró, haciendo callar a todos. No hizo comentario alguno, no le interesaba.

    Una vez que Watanabe e Ito terminaron su conversación, entraron también a la tienda. Todos estaban cansados, recuperándose de sus heridas y afectados por la noticia. De todas formas tenía que decirles.

    «Compañeros, esto no ha terminado» Anunció Watanabe, todos se quedaron extrañados «Recién hemos comenzado con la batalla»

    Continuará…

     
    *Nota: Esta historia y estos personajes no me pertenecen (Ingrid) La dueña y creadora de tanto historias y personajes es Glow Naif  (mi capitán XD). Espero que hayan disfrutado de esta lectura.
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  • O-ai dekite ureshii desu (2nda Parte)

    Publicado el 14 14-06:00 julio 14-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    O-ai dekite ureshii desu (2nda Parte)
    El chico se puso un poco mas serio y se puso de pie, ayudando a Yura hacer lo mismo. Y en un momento, todo el tiempo se distorsiono a su alrededor, el clavo su gris mirada de luna sobre la roja llama de los ojos de ella, compartiendo por un momento ese instante con la fría nieve. El castaño llevo su mano al rostro de Ayami.

    -“Anata ga inakute samishii ”- dijo el castaño mientras que acariciaba el blando rostro de Yura, esta cerro los ojos y sonrió.
    (tr: Te necesito a mi lado)

    -“Takeshi-san…”- los abrió con lentitud, su mirada era quieta y atenta al hombre. –“Kore wa anata eno purezento desu…”- dijo, mientras que se acercaba con lentitud al rostro de su prometido, y depositaba un espontáneo beso en los labios del joven.
    (Tr. Este obsequio es para ti)

    El cual, se quedo inmóvil para recibirlo, había soñado con ese momento durante sus noches de batalla interna, pronto la absurda batalla con el clan Orishio llegaría a su fin, eso lo presentía el joven Takeshi.

    El ojigris sonrió a Yura. –“cuando todo esto termine… regresare y nos casaremos al instante, lo prometo!”-

    -“Takeshi-san…”- callo por un momento al joven, para verle, quizás inmortalizar aquel rostro en sus recuerdos. –“Takeshi Sobani ni Kitte Kudasai.,, Istumademo.. Takeshi…”-
    (tr: Quiero tenerte a mi lado para siempre Takeshi)

    El hombre no pudo evitar sonreír de sobremanera, aquello que Yura había dicho, lleno su corazón de un sentimiento aun mas grande que el que hasta hacia unos momentos sentía por ella. Y sin mas, la tomo del rostro y la beso, este beso fue extendido y hasta un poco apasionado, nunca había sido amado de aquella manera, y ahora, esa pequeña de ojos rojos le entregaba su corazón y el lo recibía gustoso, no cabia duda, ella debia ser su esposa.

    -“Dakishimete”- pidió Takeshi en broma
    (Tr: Abrazame –en un sentido mas pervertido.-)

    -“Bakayaro!!”- le grito Yura, golpeándolo con suavidad, ambos empezaron a reir.
    (Tr: Idiota, estupido, descerebrado!)

    La noche había transcurrida de lo mas tranquila, el joven castaño había pedido la guardia en la división del ultimo bosque, a una hora del campamento principal y como a quince del campamento de los subordinado de los lobos, quería por esa noche hacer sentir a su futura esposa protegida aunque fuera por ese turno, después quizás volvería a donde ella dormía, para cuidar su sueño.

    -“Ey! Takeshi-dobe!”- grito un compañero que se acercaba a l joven ojigris, este saludo con la mano.

    -“Ey Sayuna!!”- sonrió y ambos hombres se saludaron de lo mas animados.

    -“Te ves muy feliz baka”- dijo el recién llegado.

    -“Es que hoy por la tarde llego el escuadrón que mando Izumi-sama!”- comento con emoción.

    -“¿Al que mandaran a asegurar zona?”- pregunto Sayuna.

    Takeshi observo a su compañero algo desconcertado. –“Iie… es ilógico, son unos novatos, son lobeznos de nuevo ingreso…”- contradijo.

    -“Iie! Iie!!”- dijo repetidamente el compañero. –“Ellos Irán, escuche decir a Aukuyo-sama que los mandarían a ellos, dice que como son nuevos no serán una gran perdida para el clan…”- contó, Takeshi escuchaba anonadado sin decir palabra alguna. –“dijo que le diría a Izumi-Sama que fue un error de confusión en caso de que ellos… bueno…”- rió un poco bárbaro. –“Tu sabes… murieran… que es lo mas seguro…”- Sonrió santurronamente. –“¿Qué opinas Take-kun?… hum? ¿Take-kun?”- pregunto de nuevo su compañero buscándolo con la mirada.

    El relinchido del caballo fue el que contesto, Takeshi había tomado a Tsuki, su fiel corcel, y había montado hasta llegar a donde la base de los Zen-Ryu-Ku. –“No puede ser! No puede ser!!”- se negaba así mismo, era increíble lo que decia su compañero, de su estimado y respetado comandante en Jefe: Aukuyo Hiroaoshi, se rumoraba que hacia tiempo había estado planeado derrocar al líder actual del Zen-Ryu-Ku, convirtiendo algunos miembros en subordinados suyos, pero que como Izumi-sama lo había notado, por eso lo había mandado aquella misión. Pero ahora que lo pensaba, una perdida de novatos, ensuciaría completamente el nombre y el honor de Izumi-sama, un descuido tan grande, acreditaría que todo el clan se pusiera en su contra, golpeo con mas furia casi reventando el fuete en el costado del caballo, el cual solo galopo con mas fuerza.

    Apenas amanecía, y por fin había llegado a donde el cuartel donde se hospedaba Aukuyo.

    -“Hace dos horas que se marcho”- le dijo un guardián a Takeshi.

    -“¿Nani?”-

    -“Salio, dijo que tenia que hacer algo a donde la mansión del clan Orishio, dirigir un ataque sorpresa o algo así…”-

    -“Kuso!”- grito el castaño, volviendo a cabalgar. –“Ayami”- suspiro con fuerza el nombre de su mujer, ya había echo sangrar a su animal.

    -“¿No has visto a Takeshi-san?”- preguntaba una albina que acomodaba las dos armas en su cintura.

    -“iie Aya-san, pensé que había quedado contigo…”-

    La ojirojo desvió la mirada y suspiro pesadamente.

    -“Señor Aukuyo…”-

    -“Ayami y Shikatemo iran al frente… con la muerte de ellos dos, honraremos a sus familias, ya que morirán como héroes… pero…”-

    -“Pero todo el peso de ambas familias caerá contra Izumi… bien pensado Aukuyo-sama…”-

    -“Ve allá, e informa la misión…”-

    -“Hai!”- los pesadas pisadas del jefe guardián se escucharon. –“Yura! Itzune!”- grito a ambos.

    -“Si ves a Takeshi… dile que me busque en cuanto pueda…”- pidió Ayami antes de partir, tenia un mal presentimiento. Pronto se incorporo a donde el superior lo había llamado.

    -“Hai, Kito-sama!”- se hizo presente la pequeña mujer.

    -“Bien, hoy atacaran en línea enemiga.”- dijo decidido Kito a ambos jóvenes.

    -“¿nani?”- pregunto el mas chico de los dos.

    -“Kito-sama, ¿Cree que estamos preparados para eso?”- pregunto la albina viendo a su superior con respeto y seriedad.

    -“Irán con el escuadrón que llego a Kyoto, ósea sus colegas, Ayami puedes tomar a Maiya como tu soporte y tu Itzume toma a Katutsu-san…”- ordeno Kito.

    -“Hai!”- dijeron los dos jóvenes en unísono, haciendo una reverencia.

    Solo se vio como una katana atravesó el cuello del hombre que hablaba con ambos jóvenes, los cuales sacaron sus armas con velocidad, recibiendo al atacante, el cual bajo de un caballo blanco.

    -“¿Katsumoto?”- pregunto totalmente incrédula Ayami, mientras que este, la empujaba con fuerza, para evitar dañarla, ya que los guardianes se le abalanzaron al traidor. El hombre comenzó a pelear.

    -“¿Qué diablos sucede?”- pregunto Aukuyo que salía de la improvisada base ante tal ruido.

    -“La misión! La misión de hoy!!!”- decía entre jadeos Takeshi aun en pie. Ayami no podía creer lo que veía. –“Es una…”- antes de poder decir algo, la fina katana de bronce perteneciente a Aukuyo, atravesó el tórax del joven Katsumoto.

    -“Takeshi!!”- chillo Ayami, mientras corría a verle. –“Takeshi!!!”- gritaba repitiendo el nombre de su prometido, mientras lo tomaba en su regazo.

    -“No… va… no… te vayas…”- dijo entre los pulsantes dolores que surgían de la herida.

    -“¿Por qué?”- pregunto Yura volteando a ver a Aukuyo.

    Todos se habían quedado en total silencio. El general, solo trago saliva y con cierta mirada de desprecio y un poco de nervios miro a Yura. –“Arréstenla! También es traidora!”-

    -“¿Nani?”- dijo antes de ser acorralada por tres guardias. –“IIE!!!”- luchaba para liberarse. –“Takeshi!!! Takeshi!!!! Takeshi!!!”- Los gritos de la muchacha se perdieron, una vez que la figura de Ayami ya no estuvo a la vista de nadie.

    -“Y ustedes! A cumplir la misión!”- ordeno Aukuyo. Paso por lado del siguiente en la lista al mando. –“Arresta a todos los que hagan pregunta…”- murmuro a su oído.

    El cuerpo de Takeshi fue perdido, mientras que la joven Ayami fue regresada a Kyoto donde enfrento un encuentro con algunos miembros del clan, los cuales decidieron solo quitar el titulo del clan de la familia, no se procedería de ninguna manera, claro que al padre de Ayami, se le mando una recomendación por escrito:

    Sugerimos que haga valer su poco honor, y enseñe a su hija como hacerlo también.

    Okita no lo comprendió, ni tampoco Ayami, solo sabia que había sido expulsada del clan, había deshonrado a su familia y el hombre al que amaba había muerto, y sin ninguna causa aparente.

    -“Es muy estupido! Que una mocosa de 15 años! Haya arruinado todo un legado de medio siglo!!!”- blasfemaba el padre de la familia Yura, mientras la hija solo escuchaba con la mirada perdida, y sus pensamientos hundidos en lagrimas, no podía llorar, no enfrente de su padre.

    -“Okita-san!! Basta!, no fue culpa de Ayami!, algo anda mal en el clan! Es algo que se sabe!!”- discutió un tío de la menor.

    -“¿Cómo diablos hay algo malo en el clan?”- tiro con fuerza la pipa al suelo, justo a las manos de Ayami, dejando una marca grande y roja por el golpe, aparte de un leve ardor por el tabaco encendido que se había derramado. –“Eres una idiota!”- grito. Se dio la vuelta, estando a punto de retirarse se regreso, con furia e ira en la mirada. –“TODOS! Todos fueras!!!”- ordeno. –“YA!!”- grito nuevamente, y todos se pararon y casi corrieron. –“Menos tu!”- señalo a la menor. –“Te mostrare lo que se le hace a los que deshonran a su propia casa!”- La peliblanco cerro con fuerza los ojos.

    ….

    Una semana después de la trágica muerte de Katsumoto Takeshi, los planes de Aukuyo Hiroaoshi se vieron descubierto ante la infiltración de gentes de confianza de Izumi en las tropas del traidor, entonces, Katsumoto Takeshi fue honrado y declarado samurai caído en guerra, dándole los celebres fúnebres como eran debidos, por parte de la casa Katsumoto como por parte del honorable clan Zen-Ryu-Ku. El ofrecimiento de retornar a las filas de dicho clan fue echa hacia los que habían estado implicados en la problemática, todos aceptaron el mismo día que habían mandado el scroll, todos a excepción de una persona: Yura Ayami. Quien no se reponía ante la muerte de Takeshi.

    Los servicios fúnebres habían dado fin, tanto en el clan como en el templo de los Oborotobe, Ayami había regresado a su hogar, acompañada por su padre y los de más seguidores y leales discípulos del mismo.

    Cuando puso pie en el atrio, no dijo nada, solo se echo a correr hacia su habitación, donde permaneció el resto de la tarde, noche y mañana siguiente…

    Por la tarde, se vio como la puerta fue abierta, recibiendo los alimentos que su madre mandaba, los padres de la joven respetaron su duelo.

    Después de dos días, Ayami en no lloro en lo absoluto solo se quedaba por ratos parada al umbral de la puerta del atrio de la casa, aun vestía el Mofuku, ese kimono nunca hubiese imaginado que lo portaría para despedir al primer hombre que besara sus labios.

    -“Takeshi-kun…”- murmuro, para después bajar la vista.
    ________________________________________________________________

    -“¿Estas segura?”- pregunto el padre de Ayami ante la dedición que esta había tomado, la joven asintió recta.

    -“Aya-chan… mírame a los ojos y repítelo por favor…”- pidió la enferma madre de Ayami a la peliblanca.

    Esta alzo un poco el rostro y se encontró con los azules ojos de su madre. –“Quiero convertirme en una verdadera samurai, no solo quiero ser el soporte, quiero formar parte del escuadrón activo del clan Zen-Ryu-Ku”- dijo lo ultimo silaba por silaba. -“Sé que después de una pelea quizás pierda el control muera o solo me marquen la piel…”- confeso algo difícil. “pero al momento de que marquen mi piel, honrare del todo mi katana, y si muero, por lo menos se que moriré por una verdadera causa, y sabré entonces que no eche mi vida a perder, pero si realmente llevo el don Yura en mis venas…”- sonrió suavemente. –“Mantendré vivo el espíritu de los guerreros que murieron por mi… por nosotros… y seguiré su legado… con mucho orgullo”- agacho la mirada, apretando el puño. –“Tal como Takeshi”- lo ultimo lo dijo para si misma.

    Okita, al ver la determinación que había presentado su hija, afirmo con la cabeza, se puso de pie, soltando la mano de su bien amada esposa. –“Yo mismo te llevare con Izumi-Sama, y yo mismo hablare con el, Ayami…”-

    ________________________________________________________________

    Se recargo del marco de la puerta del dojo, mientras descansaba de la practica, cerro por un momento los ojos:

    -“Takeshi-san, lo ha olvidado por completo, ¿verdad?”-
    -“¿Qué se me ha olvidado, Ayami-chan?”-
    -“Realmente lo ha olvidado!”-
    -“Etto… ¿Nani? Ah! Hoy es cumpleaños de Ayami-chan!”-
    -“Ah! Lo había olvidado!”-
    -“No, en absoluto! Puede pasar esta noche a mi apartado y le daré un buen regalo Ayami!”-
    -“Bakayaro!!!”-

    Por un momento comenzó a reírse.

    -“Yura-sama… ¿Se encuentra usted bien?”- pregunto un monje que se acercaba a ver a la mujer.

    -“iie…”- negó con una sonrisa en los labios. –“No me encuentro bien… de echo… estoy mejor que nunca!”- se paro de un solo brinco. –“Prepare unos dangos y un poco de té”- quedo pensando un momento.

    -“Ayami-chan…”-
    -“¿Qué sucede Bakayaro?”-
    -“Promete que si muero después de que nos casemos buscaras otro hombre…”-
    -“¿Qué estas diciendo baka? ¿Por qué haría eso?”-
    -“Por que alguien debe acompañarte a comer tus dangos y cuidar de ti”-

    -“Espere Excelencia!”- Ayami detuvo al monje. –“Prepáreme una porción extra de Dangos, aliste mi baño… saldré un momento”- corrió hacia su habitación.

    -“¿A dónde ira mi señora?”-

    -“Iré a donde el joven Andrew -suspiro y sus mejillas se sonrojaron-… le llevare dangos”- dijo desde la lejanía con una sonrisa en los labios. –“ O-ai dekite ureshii desu… Takeshi, Arigato”- pensó con felicidad, mientras las mejillas se le humedecían un poco.

    yurawhitkimono
    —–
    Fin

    ——
    *NOTA:

    La historia de Yura Ayami a terminado y estaba a cargo de Divath… pronto hablaré sobre está autora. Espero que hayan disfrutado de está maravillosa historia. Todos los que escribimos somos «escritores amateur» en  esto peor en verdad lo disfrutamos bastante.

     

    Un saludo y Besos

     

    Atte: Ing

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  • Viejos Retazos (Cap 2)

    Publicado el 25 25-06:00 junio 25-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    2.- Los cinco lagartos de Gifu

    Había un grupo de gente alrededor del alumno caído, que miraban con admiración la distancia la cual el joven Watanabe había lanzado a su contrincante, Toshi Nakamura, quién ahora yacía en el suelo.

    «¡Ya dejen de mirarme!» Exigió con furia el joven Nakamura, que volvía a ponerse de pie, mirando a Hideo desafiantemente.

    «¡Me las pagarás!» Aquel joven tenía un terrible temperamento. Era una de sus debilidades y Watanabe lo sabía perfectamente. Él sólo lo lanzaba usando la fuerza que poseía Nakamura, pero además ejercía un poco más para darle un escarmiento. Con anterioridad aquel compañero le había querido jugar una broma. Nadie se iba sin pagar.

    «¡Qué buen movimiento, Watanabe-san!» Se acercó uno de los alumnos más jóvenes, Arata Yamada. Lo veía como un mentor, casi como un padre y eso a veces incomodaba al mayor de ojos amarillos. Watanabe lo único que hizo fue saludarlo con una pequeña sonrisa.

    Luego del entrenamiento, Hideo salió del gimnasio y se reunió con sus compañeros de kendo y aikido, que también eran sus amigos: Joben Miyake, Udo Oonishi y Kioshi Sato. Ellos cuatro les gustaba llamarse ‘Las 4 Serpientes de Gifu’; un nombre quizás no muy original, pero que todos disfrutaban. Todos tenían entre los 18 y 24 años, siendo Oonishi-san el mayor, seguido por Watanabe.

    Era hora de almuerzo, cuando Yamada se acercó a ellos. Era apenas un chiquillo de 10 años, pero tenía mucha habilidad y su cuerpo delgado y débil era sólo su apariencia.

    «¿Puedo unirme a su club?» Preguntó el joven, sentándose inmediatamente al lado de Watanabe, quién se refregó la cara con la mano.

    Oonishi-san era bastante abierto a cualquier tipo de cosa, pero Miyake-san y Sato-san eran más recelosos, siendo el primero con el mayor carácter.

    «Somos las cuatro serpientes de Gifu, si tú entras, ya no seremos cuatro» Dijo con tono de obviedad el joven Miyake. Su mirada castaña observó al enjuto pequeño con ojo crítico.

    «Ehh, ¿Que piensa Watanabe-sama? ¿Crees que se merezca una prueba de iniciación?» Preguntó Sato observándolo con una sonrisa. Ya lo molestaban dentro del grupo, llamaban a Yamada como la cola del lagarto Hideo.

    El jovencito lo observó con ojos suplicantes y la única reacción que obtuvo de Watanabe fue el poner una cara de ‘Aléjate de mí, insecto’.

    «El cuatro es de mala suerte» Apuntó el joven Yamada «Si somos cinco, será mucho mejor» Para ser niño, pensaba bastante.

    «Eso es cierto» Watanabe se refregó la barbilla y luego golpeó su muslo a modo de determinación.

    «Bien, si le das una patada bien dada a Nakamura, te dejamos entrar» Toshi Nakamura era uno de los alumnos más grandes y con peor temperamento. Todos sabían que él único que le hacia el peso era Watanabe.

    «Neeee» Yamada comenzó a vacilar, pero luego se levantó, y con una determinación tremenda, fue hasta el gimnasio a darle un escarmiento.

    Miyake rió fuertemente, Oonishi negó con la cabeza, y Sato le dió unas palmaditas a Watanabe.

    «Es la mejor prueba que has escogido hasta el momento, eh, Watanabe» El joven de ojos amarillos miró hacia atrás, en dirección al gimnasio y vió como Yamada citaba al patio al gran Toshi Nakamura, quién era el triple de tamaño. Los cuatro miraron como Nakamura se ponía rojo de furia ante las ofensas que no podía oír y luego, Yamada dió un tremendo salto, se colocó tras Nakamura y le pateó el trasero tan fuerte que el gigante llegó a gritar. Las cuatro serpientes rieron hasta las lágrimas, sobretodo Miyake y Sato.

    El jovencito salió corriendo en dirección hacia ellos y los cuatro se levantaron.

    «¿Cómo lo hice?» Preguntó el niño sonriente.

    «Excelente, pero ahora tenemos que correr» Rió Oonishi y lo tomó del brazo, para escapar de las garras de Nakamura y sus amigos.

    «¿Entonces soy la quinta serpiente?» Volteó a ver a Watanabe

    «No, eres el quinto lagarto. Ahora somos los cinco lagartos de Gifu» Le sonrió y Yamada no podía estar más feliz.

    watanabeyamada

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  • O-ai dekite ureshii desu

    Publicado el 30 30-06:00 mayo 30-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    Es una historia bastante trágica, quizás un poco violenta, así que dejo la advertencia de no leer si son de corazón sensible, sobre todo si apoyan la relación de Yura con Andrew.
    Basada hace 10 años atras, justo a mediados de la toma del castillo Edo.

    O-ai dekite ureshii desu

    Sus pies tocaban con delicadeza el agua del estante, mientras los reflejos del sol en el agua, hacia parecer que su cabello fuera echo de un tipo de cristal, sobresalía de manera la sonrisa que tenia puesto en la llanura de sus labios, mientras que a tono, revoloteaban algunos mariposas a su rededor.

    -“Hermoso día… ¿No cree madre?”- pregunto con una suave voz, mientras metía por completo los pies al agua,

    -“Ayami-sama!, saque los pie de ahí, o va a enfermar!”- suplico una mujer, que vestía un tipo de yukata religioso. Ayami negó por completo a la sugerencia.

    -“No lo creo!”- grito y sin mas se aventó al estanque.

    -“Ayami-sama!!!- grito la misma mujer algo desesperada. –“ Suzumi-sama! Dígale algo!!! Por favor!!!”- pidió de forma suplicante, mientras que la melena blanca de Ayami emergía del agua.

    -“Kioshi, deberías venir a acá! El agua esta deliciosa!”-

    -“Ayami-sama!!! Salga del agua en este momento!, echo a perder ese kimono! Y el joven Takeshi esta por llegar!”- advirtió la sacerdotisa a la joven, la cual salio de un brinco del agua.

    -“¿Takeshi-baka vendrá para acá?”- pregunto con una enorme sonrisa. Voltio a ver a su madre, la cual asintió desde el asiento donde tomaba un poco el sol, su pálida piel necesitaba un poco de tono, aparte el medico lo había recetado. –“Kiash!!!”- grito sonriente la niña mientras salía corriendo hacia su habitación, tropezando por la rapidez y por llevar los pies mojados. –“Auch…”- se incorporo de nueva cuenta y volvió a correr.

    -“Le gusta…”- sonrió Suzumi a la sacerdotisa la cual asintió.

    -“Es bello cuando la persona que el destino elige para ti, es el verdadero amor de tu vida…”- sonrió la excelencia de buda.

    -“Si, Okita ha hablado con Matsuda-sama, el padre de Takeshi, y ambos han dado el consentimiento para que los chicos se relacionen…”- sonrió con suavidad. –“Algo bueno saldrá de esto…”-

    La sacerdotisa recogió las tazas de la merienda de Ayami. –“Exacto, los dos se gustan aparte los dos pertenecen a un amplio linaje samurai… solo algo bueno saldrá de esto…”-

    Ambas mujeres rieron.

    -“¿Qué me pongo?!”- grito un poco desesperada sacando las cajas de sus kimonos. Y ahí estaba, el perfecto kimono rosado que su padre recién había mandado a traer de las filtras de las artesanas, sonrió de sobremanera, un poco exaltada, lo saco con sumo cuidado y lo observo. –“hai!!”- aseguro viéndose en el espejo.

    Pasaba ya del medio día, Okita aun no volvía a casa, tampoco ninguno de sus hermanos, un joven y apuesto muchacho que rondaba los 17, 18 años, esperaba en el Atrio de la gran casa Yura.

    -“En un momento entra la señorita Ayami”- dijo un servidor a la familia, para después retirarse, un joven de melena castaña un poco rebelde, sujeta en una cola de caballo, mientras que el par de orbes grises ajustaban perfecto a su pálida piel, grandes y masculinas manos esperaban pacientes en sus rodillas, mientras un uniforme casi impecable de entrenamiento samurai se arrugaba ante la espera.

    -“Takeshi-san!”- llamo desde la puerta del atrio. El joven se puso de pie y sonrio a la muchachita.

    -«Ayami-san!»- dijo motivado acercandose a ella.

    Habian caminado hasta los campos de sakuras, donde recorrian debes encuando la cuenca del atardecer y esperaban a Tsuki, para despues devolver a su casa a la jovencita, pero aquel dia seria distinto.

    -“Ah… Oyes ayami…”- la llamo adelantándose dos pasos al andar de la joven.

    -“¿Qué sucede baka!?”- pregunto al hombre mientras le miraba algo intrigada ante su comportamiento.

    -“¿Piensas ser samurai toda la vida?”-

    -“Si, supongo, ¿Por qué?”-

    El joven se detuvo y la volteo a ver con una sonrisa. –“Los dos hemos crecido- la tomo de los hombros y la joven se quedo perpleja- Te has vuelto bastante bonita, y yo creo que he madurado, bueno al menos ya no te obligo comerte las lombrices, pero… siendo un poco mas serios… me gustas Ayami-san”- dijo sin mas.

    -“Takeshi”- murmuro esta algo sorprendida.

    -“Si, suena tonto, hasta absurdo, pero me gustas, y le he pedido a mi padre que hable con el tuyo, para que me de permiso de visitarte…”- se puso un poco rojo. –“como algo mas que amigos…”- Bajo sus manos hasta tomar las manos de la chica. –“Ayami-san, ai shitteru motto, ai…”- murmuro.

    Su pacto fue cerrado con un tímido pero dulce abrazo, del cual, solo la luna fue testigo, y las sakuras que caían como lluvia ante los hombros de estos dos jóvenes.

    -“¿Asi que pasaste toda la tarde y noche con Katsumoto-san?”- pregunto

    -“Después de todo, Katsumoto Takeshi, es un perfecto pretendiente, y lo mejor de todo Ayami-chan es que acepta el echo de que seas parte del clan!”- comento sumamente animado Okita, mientras tomaba un poco de sake.

    -“Hija, ¿Ya le dijiste a tu padre?”- pregunto la madre de Ayami, a la cual tenia abrazada.

    La menor negó algo tímido. –“¿Decirme que?”- pregunto respingado el líder de los Yura, los hermanos de este voltearon a ver a la hija menor.

    -“El joven Takeshi ha declarado su amor hacia mi…”- se sonrojo bastante y agacho aun mas la cabeza, mientras sus cabellos caían y cubrían sus avergonzados ojos rojos.

    Okita sonrió de una manera incomparable al escuchar aquello. Y se puso de pie. –“Aa!!!! Esto amerita una cena!!!! Llama a la servidumbre!!!! ¿Quién dijo que no se podía ser guerrera y ser esposa fiel?!!!!”- después se quedo callado. –“Al diablo!!!! Dejaras la espada una vez que te cases con Takeshi!!!!!”- bailo un poco, volteando a ver a sus hermanos.

    -“El muchacho tiene katana en la funda!”- dijo uno en tono de albur, todos comenzaron a reír, mientras la menor se ponía mas roja.

    -“¿matrimonio?”- pensó anonadada, según los dos –takeshi y ella- se casarian en unos tres o cuatro años mas, no tan pronto, primero querían madurar mas, pero a como pintaban las cosas… al mes estaría casada con Katsumoto. Ahora se tendría que atener a lo que Takeshi le diría, ya que la había echo prometer no decir nada al respecto, hasta que el fuera hablar con la familia, pero…

    A la semana, ya era llamado hijo, por Okita, y visitaba con regularidad la casa… Las caminatas de ambos jóvenes por los campos de sakuras eran muy prolongadas, podían estar horas y horas hablando, y cada momento que tenían oportunidad se veían. Los días de misión, Ayami pasaba un total infierno, Takeshi tenia un rango mas elevado que el de ella, y por lo tanto lo mandaban a misiones mas complejas inclusive peligrosa, por eso rezar ha guayin se había convertido en una pieza clave del día de Ayami, inclusive había puesto de su parte, para aprender sobre meditación… las sesiones solo podían ser interrumpidas por la llegada de Takeshi a la casa, que era cuando Ayami se le tiraba encima y lo abrazaba con fuerza, dando gracias a su madre protectora el bienestar de su bienamado.

    -“Ayami-san! Promete que te cuidaras…”- pedia mientras sujetaba la correa del caballo que montaba la albina, esta sonrió recargándose del lomo del animal.

    -“Suenas como si no nos volviéramos a ver… ¿Me cree acaso, Katsumoto-san, tan baka como para morir en una misión de transporte de información?”- pregunto viéndole a los ojos.

    -“Iie… pero de todos modos, ten cuidado, cuida que no te vean la espada…”- tomo aire el joven. –“Te veré nada mas que yo regrese de Fukuoka…”- indico el joven.

    -“¿Te mandaron a Kyushu?”- pregunto sorprendida.

    -“Hai, al parecer un clan se esta revelando y nos han pedido ayuda los contrarios a dicho clan…”- murmuro este.

    -“Por la victoria de la honorable manada lobo!”- dijo con una sonrisa formada en sus labios, para golpear al caballo y comenzar a avanzar, tras ellas, dos miembros mas del clan. Takeshi sonrió confiado.

    -“Por tu retorno…”- murmuro, para entrar a la casa del clan.

    Dos semanas habían pasado aproximadamente, Takeshi había subido a un puesto un poco mas alto dentro de la misión, ahora dirigía un escuadrón, y es que el clan aquel se negaba a sucumbir ante los feroces lobos, los cuales trataba de liberar a una aldea…

    -“Se me hace estupido que hagamos esto!”- grito el que estaba a mando de toda la misión. –“Deberíamos de estar en Tokio, viendo como tomar cartas en el asunto con el nuevo gobierno!”-

    -“Señor, recuerde que Izumi-sama, dice que la violencia genera mas violencia, además los Zen-Ryu estamos para proteger a quienes lo necesitan”- aclaro un hombre al general, el cual lo dispalfarro con la mirada.

    Takeshi llego a donde la junta. –“Señor!”- hizo una reverencia. –“Algunos hombres cayeron, al parecer tenemos amurallada la mansión principal del enemigo, sugiero que mandemos a unos cuantos hombres para que vean que se puede hacer…”-

    -“Excelente idea, Katsumoto-san!”- felicito el mayor. –“Pero estoy esperando algo de Kyoto…”- murmuro.

    La noche transcurrió tranquila al día siguiente, los metales de unas herraduras pisaban el césped seco.

    -“Señor! Señor!”- entro un guardia a donde se encontraba el comandante de la justa. –“Le buscan los mensajeros, ordenes desde Kyoto!”-

    -“Siempre puntuales!”- sonrió de forma avara mientras que caminaba a la salida. –“Llamen a Takeshi-san!”-ordeno mientras recibía a los recién llegados. El frió de las montañas, pegaban en las rojas mejillas de aquel robusto hombre de ojos ámbar. –“Mayia-san!!! Yura-san!!!”- saludo entusiasta. –“Justo a los que quería ver!!”- sonrió.

    -“Aukuyo-sama”- murmuro Mayia, bajando del caballo, Ayami bajo antes que su compañero he hizo una reverencia, poco después la demás le acompañaron.

    -“Es bueno ver a los jóvenes lobeznos progresar tanto…”- el comandante tomo a Maiya por el hombro. –“¿Qué dice el gran jefe?”- pregunto.

    -“Ayami-san”- extendió la mano, y Yura paso el scroll, el cual Maiya le entrego al capitán, siguieron hablando mientras se comenzaban a internar hacia la base del campamento privado de Aukuyo.

    -“Descansen y den de comer a los animales…”- dijo la peliblanca, mientras se quitaba la hibara de lana que llevaba puesta. Mientras buscaba algo con una mirada bastante curiosa. Su roja vista saltaba de un lado a otro.

    -“¿Ayami?”- pregunto una incrédula voz, esta volteo sacándose los guantes que cubrían sus antebrazos, esta volteo buscando la persona que le llamaba con tanta familiaridad. –“Ayami!!!”-

    -“¿Takeshi?”- pregunto sonriendo, viendo a no muy lejos de ella, una figura bastante conocida. –“Takeshi!!!”- grito, soltando todo lo que tenia en la mano, comenzando a correr hacia el joven castaño.

    -“Ayami!!!”- extendió los brazos, para atrapar casi en el aire a la ligera chica que se le lanzaba. –“Oh!!! Ayami!!!! Ayami-chan!!!”- grito abrazándola con fuerza, y frotando su espalda, no la quería soltar, solo la quería mantener ahí, cerca, a su lado. –“Mi Ayami… no sabes… no sabes cuanto espere por esto…”- le confeso al oído.

    -“Takeshi-san… Takeshi-san… mi dulce takeshi…”- se separo y le toco el rostro. –“Mi Takeshi…”- le beso la mejilla.

    La tarde había caído, si ninguna normalidad, solo se les podía ver, sentados al borde de un desfiladero cercano, desde donde se podía percibir la inmensidad de los grandes bosques de Fukuoka. El sujetaba la mano de ella entre la suya, y la apretaba con cierta fuerza protectora.

    -“Ayami… se me hizo eterno este tiempo…”- confeso.

    Yura sonrojo un poco. –“Le pedí a Iruka-sama que por favor me mandara, para escoltar a Mayia-san…”- confeso ella también, le volteo a ver. –“Te necesitaba ver… Takeshi…”-

    yura4

    continuará…

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  • Dangos

    Publicado el 19 19-06:00 mayo 19-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    Capítulo 1: No cierres los ojos y mira

    Yura ayami

    Por:  Divath

    Si, era un dia como cualquier otro, mas largo de lo normal, el sol se posesionaba del blancuzco cielo y las nubes eran disipadas por un embravecido viento. Una pelota jugaba en el aire mientras que una niña de kimono rojo caminaba de la mano de su hermano mayor.

    Ella sonreia.

    -«Deja de sonreir con mil demonios… Aya-chan… me estresa de que siempre sonries…»-

    -«Si sonrio siempre papa dira que soy la mas linda…»-

    -«Buena respuesta… pero aun asi deja de sonreir… si estas feliz todo el tiempo, son signos de que eres una persona debil…»- se quedo callado. -«Aunque… tu no te tienes que preocupar por eso»- arqueo de nueva cuenta la ceja. -«Eso dejaselo a los hombres…»-

    -«Sano-neesam, te contradijiste…»- exclamo admirada la niña.

    -«Argg… cllate y sigue caminando, no queremos que el tofu llegue frio a la casa.»-

    La niña asintio y comenzo a correr, entre risas y brincos de charso de agua, el liston del cabello de la niña se fue desamarrando poco a poco, hasta que en una corriente de aire… esta volo por los vientos.

    -«Mi liston! Hermano mayor!! hermano mayor!!!»- la niña no dejo escapar ni un momento y corrio tras el liston.

    -«Espera! Aya-chan!!!»- Grito corriendo detras de ella, la niña, era mucho mas rapido que el, inclusive mas habil, ya que habia podido rodear o esquivar a toda la gente de la plazuela de Edo. -«Demonios!»- musito el joven, al ver que habia perdido de vista a la pequeña, debia encontrarla rapido, habia samurais del feudal por doquier, y la niña temia a esos guerreros, no queria encontrar a su pequeña hermana echa un mar de lagrimas.

    Se paro justo arriba de un asiento de la alameda, viendo que una cabellera blanca corria sin sesar, lo que se le hacia raro era que llevaba ya el liston en la mano, movio un poco la vista y vio como 3 o 4 hombres perseguian a la chiquilla. Este no espero, dejando caer el tofu y lo demas del mandado.

    -«Ayame…»- musito, alcanzado a los sujetos.

    Tres o cuatro calles mas adelante, los hombres habian acorralado a la pequeña.

    -«Segura que es ella…»- afirmo uno de los sujetos.

    -«Debe ser la hija menor de Yura, no cabe duda… mirale esos ojos…»-

    La niña trataba de mantener la sonrisa, pero sus manitas temblaban. -«Disculpen por haber tropesado con ustedes… no fue mi intencion… disculpenme por favor…»- hizo una reverencia muy remarcada. -«solo iba por mi liston… enserio… solo iba por mi liston…»- dijo enseñando el liston que llevaba en la mano izquierda.

    Los 4 samurais se vieron entre si. -«Sabias que por decreto no puedes andar sola…»-

    -«Diremos que robo el liston…»-

    -«Eso diremos en nuestra defensa…»-

    La chiquilla al oir eso, abrio mucho los ojos. -«Señores… yo no he robado nada… e smio…»- se puso de pie reclamando.

    -«No seas altanera, pequeña malcreada!»- la vociferacion vino acompañada de una patada por parte de uno de ellos, la niña, por inercia cayo directo al suelo, cerrando los ojos y recargandose con sus brazos. Estaba asustada. -«Igual de idiota que tu padre!!!! Te mataremos a ti y despues a toda tu degenerada fmailia!!!!»- vocifero el mismo hombre alzando su katana contra a la niña.

    -«No toques a mi hermana!!!!»- grito el hermano mayor de la pequeña que se veia romper el viento con la katana. Ayami abrio mucho los ojos y despues los cerro.

    -«Hermano!!!! Hermano!!!! Huye hermano!!!! te mataran hermano!!! Pide disculpas por favor hermano!!!»- gritaba desde el suelo, sumamente asustada la niña.

    -«No! No cierres los ojos! y Mira!…»-

    -o-o-o-o-o-o-o-

    Ayami abrio los ojos bastante agitada, se sento tirando una lampara de aceite que estaba junto a su futon, habia rodado haciendo un demencial ruido metalico.

    -«Otra vez…»- susurro, tayandose la melena, habia vuelto a soñar con su hermano.

    -«¿Estas bien Yura-sam?»- pregunto una voz entrando a la habitacion de la chica.

    -«Si… estoy bien Aiko-Kun…»- Yura se puso de pie cogiendo su yukata. -«Despierta a todos… nos moveremos de aqui…»-

    -«Yura-sam… ¿Segura que esta bien?»- Insistio aquella voz. Yura volteo a verle, con mirada seria pero pacifica. -«No esta sonriendo…»-

    La chica abrio bastante los ojos y una liviana sonrisa aparecio en la llanura de sus labios. -«Si… a el no le gustaba que sonriera…»- murmuro, agachando la mirada. Aiko, le miro por algunos momentos, no habia escuchado nada d elo que habia dicho Yura. -«Vamos!, despierta a todos!»– ordeno con entuciasmo.

    Al salir de la posada, vio a su alrededor. -«Claro… justo aqui fue… Edo…»- penso viendo nuevamente el entorno. -«Vamos… debemos cortar camino para llegar a Tokaido…»-

    -«Te equivocaste hermano… te equivocaste… sonreir no es muestra de debilidad…»- detubo el caballo, por lo tanto los demas se detubieron.

    -«Nos estaban esperando Yura-Sam…»-

    Yura asintio, colocando una mano sobre una de sus dos katanas. -«Es muestra de confianza…»- -«Salgan cobardes…»- susuro sonriendo. -«Arrggg!!!!!»- grito mientras se abalanzeaba contra el primero de sus oponentes. -«ahora tu… ahora tu no cierres los ojos y observa…»-

    yuracandi

    La historia pertenece a Divath

    El dibujo a Br3n

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  • Viejos retazos

    Publicado el 17 17-06:00 mayo 17-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

    Capítulo I

    Un adiós inesperado

    El brillo en sus ojos desapareció luego de dos días agónicos provocados por la intensa fiebre. El hermoso rostro de aquella maravillosa mujer -su compañera, su mujer- que siempre había tenido un tono saludable y rosado, ahora estaba pálido, frío, muerto. La vida la había abandonado y ahora era una muñeca.

    Su esposo tenía su mano tomada con fuerza, no la quería soltar, pero el médico de la familia depositó su mano en su hombro, despertándolo de aquel trance, de aquel sueño en que aún veía el brillo de su sonrisa encantadora, de sus ojos alegres y de su hermosa manera de ser. La verdad lo azotó y destruyó completamente, pero su rostro no lo mostraba. Se mantuvo calmo y acogió a su hijo, quién estaba a los pies del futón, observando la escena sin entender nada. Aun así, se encontraba feliz: Su mamá ya no estaba sufriendo ni gritando, eso estaba bien. ¿Estaría dormida?

    Watanabe Hideo llevó a su hijo hasta la sala principal, donde estaba el resto de la familia esperando la devastadora noticia. Lo entregó a una de los parientes de Aiko, una tía que adoraba el chiquillo. El doctor apareció un momento después, y dió el aviso con mucho pesar.

    Aquel hombre desapareció inmediatamente de la casa, y aunque muchos quisieron seguirlo, no podrían: Hideo los alejaría con su katana si hubiera sido necesario. Comenzó a acelerar el paso, pensando en todo lo que había ocurrido aquella semana. Había tenido muchos encuentros con gente que quería verlo muerto, había batallado incansablemente sólo para tener la rencompensa de ver a su mujer y su hijo al atardecer; ahora todo aquello parecía sólo un cuento, un sueño.

    Llevaba el semblante aparentemente tranquilo, sus ojos amarillos estaban encendidos con rabia, pero no había expresión alguna en su rostro. Pronto abandonó la parte poblada de Tsu, y llegó después de un par de horas, a un lago cercano. Habían algunas embarcaciones de pescadores y otros campesinos recogiendo algunas hierbas que crecían en las orillas.

    Su corazón latía fuertemente, casi como si pudiera romper su caja toráxica y salirse de su cuerpo. Se acercó al agua y mojó sus pies. No era la única parte empapada: Sus ojos se nublaron, su mirada fue cubierta por una gran cantidad de lágrimas, las cuales fueron liberadas junto con un doloroso grito -que había estado retenido por días- el cual llegó a asustar a los animales que yacían cerca de él.

    Culpó a los cielos, a las circunstancias, al doctor, pero por sobretodo a sí mismo. Si hubiera tenido su arma, ya se hubiera quitado la vida. Gritó con fuerza, con rabia, con angustia. Cuando sus fuerzas lo abandonaron, Hideo se dejó caer allí, sin importar que parte del lago cubriera su cuerpo. Su rostro se enfrentaba al cielo, el cual era el único real testigo de sus llagas. Estaba incompleto, algo lo abandonó esa misma tarde.

    Estuvo en silencio por horas, hasta que la noche lo encontró en el mismo lugar. Su cuerpo estaba frío y sus ropas mojadas. Sus ojos ya no estaban rojos, las lágrimas habían desaparecido.

    «Aiko estaría decepcionada. No puedo dejarme abatir» Susurró inexpresivo y llevó ambas manos a su cabeza. Le dolía.

    «El dolor pasará…» O al menos eso esperaba. La amaba demasiado que pensaba que ella se había llevado su alma junto con ella. Ebisu debía estar preocupado por él.

    «Ebisu» Una sonrisa se dibujó luego de muchas semanas. Parecía que la alegría lo había abandonado, pero ahora la estaba recuperando. Era fuerte después de todo, o al menos la encontraría en alguien más. Ese era su hijo.

    hideo

     Autor: Glow Naif

  • Los ocho Letales…

    Publicado el 16 16-06:00 mayo 16-06:00 2009 ingrid Ningún comentario.

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    Desde hace tiempo he comenzado a jugar rol, el nombre del rol es «Japón Meiji», lo que me gusta de ese juego son sus personajes.

    Hideo Watanabe es un hombre bastante serio y paternal. Es un personaje que inspira mucho, de todas formas aquí les dejo la imagen de los personajes para que los vean.

    Si obtengo permiso publicaré aquí sus historias.

    La autora se llama Tania B.  pero también es conocida como Glow o como la he llamada con anterioridad Capitán.  Espero disfruten de este su arte.

    ocholetales

    De izquierda a derecha, primera línea:

    Oonishi, 43 años, Libra. Es el mayor de todos y también el más maduro (Corrige a los demás, casi como si fuera su padre). Posee una personalidad calmada, conciliadora y bastante fácil de llevar, además de ser muy agradable. Es conocido como «La consciencia del grupo» y su técnica es sútil pero efectiva.

    Watanabe, 41 años, Capricornio. Creo que ya lo conocen bastante bien jaja. Es el más serio de todos, y el más tradicional y absolutista. Es difícil que cambien su opinión. Su técnica es más bien directa y rápida.

    Nakamura, 40 años, Aries. Él más impulsivo, testarudo y violento de los Ocho Letales. Se introdujo al grupo como el rival de Watanabe, y gustaba dar escarmientos a los que lo rodeaban. Es rudo, descortés y pierde la paciencia con rapidez. Su técnica es brutal y muy improvisada.

    Yamada, 28 años, Piscis. El niño prodigio, como es conocido en el grupo y también en su escuela, es el más joven de los Ocho Letales pero posee bastante habilidad innata, que lo pone al nivel de sus compañeros. Es complaciente, servidor y muy alegre. También es «La sombra de Watanabe», porque lo sigue a todos lados. Su técnica es complicada y única -por lo que es difícil que los oponentes lo imiten-

    Segunda línea, de izquierda a derecha:

    Miyake, 39 años, Leo. Es el más revoltoso y mujeriego, además del integrante con más personalidad del grupo. Es bastante protector con sus compañeros y también él que goza de fiestas y salir con ellos. Gracias a él, la mayoría del grupo encontró esposa. Su técnica es muy veloz y también muy llamativa.

    Kobayashi, 38 años, Escorpión. En un principio, los demás se mostraron reacios a dejarlo entrar en el grupo, puesto que era conocido por su extraña manera de ejecutar sus técnicas, además de lo sanguinario que era por ninguna razón. Fue el último en ingresar a los Ocho Letales. Es de sangre fría, analítico en su trabajo y muy obsesivo con lo que desea. Es bastante impredescible, por lo que su técnica puede variar, siempre dejará eso sí, su sello bien marcado.

    Sato, 33 años, Tauro. El mejor amigo de Miyake -son inseparables- y uno de los más persistentes del grupo. Posee un gran cariño por sus compañeros aunque es muy reservado para cuando da su opinión. Tiene tres casas en diferentes ciudades, para hacer feliz a su mujer. Su técnica es constante, así cansa a su oponente.

    Ito, 30 años, Acuario. El niño bonito del grupo (Nakamura piensa lo contrario). Es sutil, ingenioso y muy amistoso, aunque se lleva mejor con Oonishi. Las mujeres se pelean por él, y el grupo ha tenido que separar a las chicas para que no se maten. Tiene una debilidad por las mujeres provenientes de China. Su técnica incluye el uso de todos los recursos que estén a su alrededor.

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    Glow… por que tu arte y tu imaginación son únicos.

     

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